lunes, 9 de abril de 2007

DEDICADO A UN AMIGO MUY ESPECIAL


La canción número 11 del compacto “alivio de luto” de don Joaquín Sabina sonaba mientras diluviaba en la autopista, hasta hacerse la visión casi imposible. La carátula del CD me aclaraba que la letra era del poeta Luis García Montero. Paré el coche en un área de descanso y mientras escuchaba intenté escribir algo, por supuesto sólo parecido, en el anverso de un albarán mugriento , para este amigo que estoy deseando que vea la luz al final del túnel.
Tras varios intentos no lo conseguí y cuando algo no se mejora mejor dejar lo que esta hecho, claro que el atrevimiento por mi parte era mucho: mejorar a Luis García Montero, aunque prometo seguir intentándolo. DEDICADO PARA MI AMIGO ESPECIAL Y PARA TODOS LOS QUE HAN SIDO INTIMOS DEL PROZAC Y DEMAS SIMILARES, DEJANDO DE LADO A PLATON .Estoy seguro, aquella lucecita al final del túnel es la salida, es el día, es volver a ser como eras. INTENTALO, te necesito y te necesitan..


Cuando busco el verano en un sueño vacío,

cuando te quema el frío si me coges la mano,
cuando la luz cansada tiene sombras de ayer,
cuando el amanecer es otra noche helada,

cuando juego mi muerte al verso que no escribo,

cuando sólo recibo noticias de la muerte,
cuando corta la espada de lo que ya no existe,
cuando deshojo el triste racimo de la nada.

Sólo puedo pedirte que me esperes

al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los apagones,

al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra.

Cuando siento piedad por sentir lo que siento,

cuando no sopla el viento en ninguna ciudad,
cuando ya no se ama ni lo que se celebra,
cuando la nube negra se acomoda en mi cama,

cuando despierto y voto por el miedo de hoy,

cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa.

Sólo puedo pedirte que me esperes

al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los apagones,

al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra

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